La revolución digital ha transformado la realidad como la conocíamos. Entre las tecnologías que mayor impacto tienen en las industrias, encontramos la inteligencia artificial, el internet de las cosas, los robots y drones, la impresión 3D y los vehículos autónomos, según un informe del World Economic Forum (2018). Ello conlleva una serie de oportunidades que se presentan de cara al futuro; se estima que la contribución de la inteligencia artificial a la economía global en 2030 será de 15,7 trillones de dólares (PwC, 2017).

La tecnología y sus posibilidades fascinan al hombre, pero también despiertan múltiples preguntas, todas ellas relacionadas con el ser humano. A pesar del desarrollo tecnológico, los grandes dilemas de la actualidad no pertenecen necesariamente a este ámbito, sino que siguen siendo de naturaleza humana. ¿Cómo convivirán las máquinas con el trabajo humano? ¿Hasta dónde va a llegar la inteligencia artificial? ¿Qué sesgos hay tras la programación de la tecnología? ¿Dónde está la frontera de la privacidad?

Vemos que la revolución digital genera nuevos miedos que se materializan en viejas preguntas, las que tienen que ver con la dimensión humana. Ante estas inquietudes naturales surge una respuesta que pone al ser humano en el centro de toda la tecnología: el humanismo digital. El humanismo digital considera al ser humano como el auténtico disruptor, el que realiza las preguntas filosóficas. Afirma, además, que todas las herramientas que la revolución 4.0 pone a disposición de las personas han de orientarse a hacer la vida de estas más sencilla.

Las lagunas del despertar digital requieren de una ética hasta ahora poco definida, y al ralentí, siempre tras el frenético ritmo de estos avances. El humanismo digital aboga por rescatar los valores intrínsecamente humanos y llevarlos a la tecnología.

Luis Pardo Céspedes, CEO de Sage Iberia y experto en humanismo digital, indica en este sentido que “el humanismo digital es un gran reto que se debe arraigar en todas las órbitas en las que nos desenvolvemos como personas: en la familia, en la educación en las escuelas, en las culturas empresariales, en las políticas públicas, en las naciones y, por supuesto, en la órbita individual”. En su libro Viaje al centro del humanismo digital (Verssus Libros), Luis Pardo explora la revolución digital con una visión fundamentada y optimista, apostando por centralizar la tecnología en las personas.

En la era de la automatización, rescatar la dimensión humana se presenta como una necesidad vital para afrontar los dilemas que surgen a raíz de esta revolución; y poner esta dimensión en el centro, la clave para una integración con éxito.