En otoño de 2019, la lucha contra el cambio climático se convirtió en uno de los grandes temas (si no el gran tema) de conversación. El hito marcado no fue uno de grandes descubrimientos científicos o -con permiso del Pacto Verde Europeo que llegaría al filo del invierno- de acciones públicas decisivas para la reducción de gases de efecto invernadero (GEI), sino de conciencia pública. Poco se puede añadir a los análisis sobre el perfil de Greta Thunberg y su papel como cara visible y agitadora de conciencias. Con ese rostro visualizamos a una generación (centennial, posmilénicos o Z) que abraza su causa y reclama a las clases dirigentes políticas y económicas que pasen de las palabras a los hechos. 

Con un tono entre el optimismo y la ecoansiedad, entre el entusiasmo y la desesperación, el 24 de octubre de 2019 no fue un día internacional de la lucha contra el cambio climático más. Como se puede comprobar en el gráfico 1, en España la conversación digital batió récords de menciones del término “cambio climático”, esto es, los tuiteros, periodistas, blogueros y foreros.

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 Fuente: elaboración propia con la herramienta Brandwatch. Muestreo de resultados al 1%

Poco más de un mes más tarde, la celebración de la COP25, la accidentada conferencia de la ONU sobre el climático, volvió a marcar una nueva cota en la conversación digital española. El traslado de sede, de Brasil a Chile y de ahí a Madrid, por ofrecimiento del presidente del Gobierno (entonces en funciones), Pedro Sánchez,  y la esperadísima llegada de Greta Thunberg, cuyo periplo incluyó un viaje en velero por el Atlántico, despertaron un interés mediático y social que duplicó el alcanzado en los Acuerdos de París en 2015. Puede que la COP25 se cerrara sin los grandes avances políticos y los compromisos que supuso la cita francesa, donde se marcaron las directrices para la reducción de emisiones a partir de 2020, pero el interés ciudadano parecía haber llegado para quedarse. 

El gobierno de Pedro Sánchez, que había señalado la cuestión medioambiental como uno de sus temas centrales,  coloca el tema en primera línea política con la creación de una Vicepresidencia de Transición Ecológica, en manos de Teresa Ribera, y el 21 de enero declara la emergencia climática. 

La capacidad del gobierno de diseñar e imponer un marco de interpretación terminológica es evidente en el crecimiento del uso de términos como transición ecológica (crece un 5.385 %) y emergencia climática (en sus dos primeros años de gobierno, contando desde la moción de censura, se ha analizado desde el 1 de junio de 2018 y al 31 de mayo de 2020.) 

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Con el cambio de terminología y la preferencia por “transición ecológica” en lugar de “transición energética”, el asunto ya no se trataba de cambiar la forma de producir y consumir energía para que reducir las emisiones GEI, sino de un programa político que tenía la sostenibilidad ambiental como el vector dominante.  

Y entonces llegó marzo.

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Los datos lo dicen todo: entre septiembre y diciembre de 2019, el uso del término cambio climático se incrementó en un 50%, pasando de 80 a 120.000 menciones a la semana en la muestra estudiada. Desde el pico de enero a marzo, cae hasta quedarse alrededor de los 40.000 impactos semanales en las que parece haberse estabilizado desde entonces. 

Este dato por si solo nos habla de un desinterés por el tema que va aparejado por el crecimiento del tema principal de conversación de los últimos siete meses: la pandemia de Covid-19. El riesgo inmediato, cuasipalpable, sustituye a la amenaza lejana. En España, el cambio climático aún no mata gente. Las condiciones geográficas del país no lo hacen fácilmente susceptible de inundaciones, huracanes o tsunamis devastadores. Hay otras cosas más urgentes de las que hablar y el tema pierde atención. Pero, ¿lo hace? 

Los datos nos cuentan un poco más de esta historia cuando los desagregamos por canales. Aunque en las semanas de confinamiento, una parada mundial de la actividad humana sin precedentes motivó algunos discursos sobre la mejora inmediata de la calidad del aire y noticias sobre los efectos positivos sobre la biodiversidad de la cuarentena global (algunas de ellas, lamentablemente forzadas o directamente falsas), el interés por el cambio climático se redujo en Twitter en unas semanas y no ha dado desde entonces señales de remontar. 

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Es cierto que el interés por el cambio climático, si miramos el número de noticias publicadas en torno a este tema, se ha reducido del pico de cuarenta mil publicaciones mensuales de diciembre a las veinte mil que parecen mantenerse estables entre abril y septiembre, con un pequeño bajón típico del mes de agosto, en el que suele bajar la intensidad de publicación en la prensa. Pero es una reducción que no está fuera de la pauta de los meses de enero y febrero, en los que se rodaban las treinta mil menciones.  

El volumen de noticias nos muestra que el tema sigue entre las previsiones de los medios y en el calendario de los políticos. La tramitación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética fue una de las prioridades del Gobierno de España una vez salidos del estupor de la crisis sanitaria de la Covid-19 y continúa siéndolo incluso ahora que los rebrotes y la reescalada de la famosa curva de contagios ha llevado a nuevos confinamientos parciales y restricciones por territorios. 

El 14 de octubre, la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Congreso dio por cerrada la fase de enmiendas a la Ley. La previsión es que el informe de la Comisión se presente a finales de mes. 

Por en medio hemos llegado a otro 24 de octubre que nos deja un balance agridulce. España contará con una Ley de Cambio Climático con unos objetivos de reducción de emisiones de GEI para 2030 del 40% respecto al baremo de 1990 y unos objetivos de penetración de las renovables del 42%. Europa ha activado unos fondos de reconstrucción en los que prima el enfoque de la sostenibilidad, según las directrices del Pacto Verde Europeo.

Greta y los paladines de la lucha contra el cambio climático siguen movilizándose y colectivos como Juventud Por el Clima, Greenpeace y Rebelión por el clima han vuelto a convocar las protestas que tanto éxito tuvieron bajo la consigna “Fridays for Future”

Las energéticas han presentado sus planes para la migración a la energía 100% renovables. La industria alimentaria se enfrenta al reto de cómo conservar y empaquetar la comida con un uso mínimo del plástico. Los fabricantes de automóviles han arrancado al gobierno un plan de ayudas a la automoción que subvenciona hasta con 6.500 euros la compra de un coche eléctrico con la esperanza de reflotar la industria nacional. 

 

Y justo ahora, cuando se debaten y ponen en marcha las acciones y los fondos que se reclamaban hace un año, el cambio climático deja fríos a los ciudadanos. En el Barómetro del CIS de septiembre, solo el 12,9% consideraban que las medidas para combatir el cambio climático deberían ser la prioridad de la agenda 2030. Y en la pregunta de respuesta espontánea sobre los principales problemas de España, un escaso  3,4% de encuestados colocaba los problemas medioambientales entre sus prioridades.  

Si la conversación digital es un índice de un estado de opinión y el CIS su confirmación, entonces tenemos que concluir que el debate ya no de una ley pensada de aquí a 2050, sino de cómo solucionar un problema para el ecosistema global cuyas consecuencias podrían ser devastadoras, está pasando desapercibido.